Las
puertas se abrieron y se dirigieron a la suite. La cual era espectacular,
vistas inmensas de la ciudad y decorado exquisito, con anhelo vio que había dos
habitaciones. En cuanto entró se alejó lo más que pudo de él quitándose de
inmediato los tacones, poco le importaba lo que pensara, no iba a guardar
glamour para un hombre como él.
-
Sigues siendo alta. –
Le dijo.
-
¿Esperabas que no lo
fuera? ¿Te gustan bajitas? – Preguntó con curiosidad y deseando una respuesta
afirmativa.
-
Simplemente esperaba
por ti.
-
¿Exactamente que
quieres decir?
-
Yo sugerí la apuesta,
a mi favor debo decir que tu novio puso cara de alivio al ver que todavía le
quedabas como carta a su favor.
Lyla
apretó los dientes y su cerebro procesó de nuevo lo que más le interesaba de
todo esto.
-
¿Realmente recuperaré
el departamento?
-
Sólo si cumples con
la apuesta.
Se
sentó en un esplendoroso sofá que invitaba más que a sentarse a dejarse llevar
por bajas pasiones con un hombre. Suave y casi seductor al tacto, palparlo era
como sentir una caricia, distraídamente acarició esa suavidad mientras meditaba
en lo que implicaba estar diez días con ese hombre, uno acostumbrado a tener lo
que quería y que esto fuera placentero. Un escalofrío recorrió su brazo al
tener claro que Derian no era un hombre para juegos y no podría oponerse a lo
que él le exigiera. Quizás saltar por la ventana a pesar de ser el piso quince
no era tan malo después de todo. Dejó de acariciar el sofá y levantó la vista
de golpe al percibir que era observada.
-
¿Cómoda? – Le
preguntó él que la miraba con detenimiento.
-
¿Sueles traer mujeres
a estos sitios?
-
¿Eso importa?
-
No, sólo pensaba…
-
¿En mis tácticas de
seducción? – Preguntó burlón.
-
¿Te funcionan? Este
sofá, esta suite a media luz, hasta hay una botella de vino allí mismo ya lista.
– Dijo señalando una mesa ya preparada. - ¿hay fresas allí? – Preguntó con
curiosidad.
-
Las fresas van con el
champagne no con el vino.
-
Y con el chocolate
también. – Lyla se levantó del sofá y caminó hacia la mesa.- Juraría que hay
fresas y si las hay es por que no es vino es champagne… - Caminó más deprisa y
él fue hacia la mesa también. Alzó la botella y dijo triunfal: ¡Ajá, no era
vino!
-
Nunca dije que lo
fuera, solo dije que las fresas no iban con el vino. – Acotó él impasible.
-
¡Wau! Todo el
escenario de seducción está dispuesto. Puedo asegurar que con solo decir que te
hospedarías aquí ni preguntaron nada más y te subieron todo esto. Fue así
¿verdad? – Al ver que no contestaba insistió. - ¿Verdad?
-
¿No quieres estar
donde antes ha habido otras? – Preguntó acercándose a ella con voz baja y
seductora.
-
Quieto. Todavía no es
medianoche.
-
Falta ya muy poco.
-
Ese poco es mucho y
pienso esperar por cada minuto.
-
No aparecerá ya te lo
he dicho. Así que ve poniéndote cómoda. ¿No quieres champagne y fresas? Bien.
¿Qué quieres que pida?
-
Un paracaídas. Es la
única manera de salir de aquí vía la ventana.
-
Muy graciosa.
-
Si él… si él no
viene…- Caminó hacia la ventana y contempló la vista.
-
¿Realmente te
aventarás por allí?- Nuevamente la burla en su voz, eso le dio el coraje de
continuar.
-
¿Qué esperas de mí
estos diez días? – Preguntó sin volverse a verlo.
-
No quiero dramas
Lyla… - Su nombre sonaba tan sexy cuando él lo pronunciaba de aquella manera,
era un donjuán innato eso no podía dudarlo. Su voz llegaba a su espalda y lo
sintió acercarse hasta que su boca quedó casi pegada a su oído. – Lo quiero
todo, sin dramas, sin recriminaciones, sin mojigaterías. Un trato más que justo
por cien mil dólares.
-
Valgo cien mil
dólares… - susurró ella pesadamente y tratando de no imprimir la angustia y
tristeza que sentía. – Sus manos capturaron los hombros de Lyla y la atrajeron
hacia él.
-
Vales mucho más, pero
el estúpido de tu novio fue el que puso el precio.
-
Ya no es mi novio. –
Le dijo apartándose de golpe de él. –Tengo hambre, al menos debes alimentarme
mientras llega la medianoche.
-
Mi querida cenicienta
¿en serio crees que tu bufón vendrá?
-
No quiero pensar más,
pides algo de comer ¿por favor?
-
Lo que tú desees.
Media
hora después cenaban frente a frente y en silencio. Lyla picoteaba una ensalada
con gesto distraído. El tic tac del reloj cercano la estaba poniendo con los
nervios más alterados si cabía eso posible. Por eso cuando él habló poco faltó
para que diera un respingo.
-
¿No que tenías
apetito? – Preguntó él.
-
No pensé que pedirías
puras hojas.
-
¿No es eso lo que comen
la mayoría de las mujeres? – Enarcó una ceja interrogativo.
-
No soy precisamente
del tipo delgada ¿no te parece? – Nuevamente la mirada de él la recorrió con
evidente apreciación masculina. Ella decidió enfocar su vista de nuevo hacia el
reloj.
-
Media hora más y tu
tormento desaparecerá.
-
Más bien empezará… -
Con gesto decidido acabó la ensalada, pero no le supo a nada. Se levantó y
marcó el número de Marcos, sonó, sonó y la mandó a buzón. Desesperada lo
intentó de nuevo y esta vez el buzón saltó de inmediato, apretó el móvil con
furia.
-
Hagamos más llevadera
la espera ¿te parece?
-
¿Qué sugieres?
-
Podemos jugar cartas.
-
Juego del demonio, ni
loca pienso intentarlo. – La risa de él la puso más nerviosa.
-
No responde ¿verdad?
Apuesto que te ha salido el buzón de voz.
-
¿Todo es apuestas
para ti?
Enamorada me tiene este hombre de verdad. De donde lo has sacado, existe? Dímelo, lo quiero!!
ResponderEliminarEncantada de que hayas subido más
Ah nooo yo me lo pedí también y tú ya tienes uno, este es mío, jajajaj
ResponderEliminarSis menor amo esta historia, él es lo más sexy que hay y ella es genial: " No pensé que pedirías puras hojas." mira que decir eso en tal situación!!!
Pali pali pali....
Eso de "¿Qué quieres que pida? Un paracaídas", me mató jajajajaj
ResponderEliminarMe parto de risa con las cosas que se le ocurren a ella decir
Me gusta muchooo y quiero mas! ajajajja
mas por favor!!!! por que no puedo encontrar uno así? (no pido poco...jajajaj)
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