domingo, 1 de diciembre de 2013

Heridas de amor 5

Cristhian se había ido enfadado y de muy mala gana, pero no quería forzar a Liz más de lo necesario, había dejado gente custodiando la puerta de la habitación con la orden de que le avisaran si algo sucedía. También había logrado parar todos los artículos de prensa sobre ella, se hablaba del accidente de la famosa bailarina pero , gracias a él, ninguna revista mencionaría sobre su condición ,ni la posibilidad de que quedara inválida. Al menos su dinero y su poder sí servían para eso.

Tenía un par de informes que leer, pero no podía concentrarse, su mente estaba  acosada por las imágenes del pasado.
“Familia”, aquella palabra resonaba con ecos diversos en su mente, su primera familia había sido su madre y luego había llegado una niña pequeña, desamparada y frágil como un pájaro en la tormenta. A pesar de la diferencia de edad se había vuelto su amiga, y luego ella y su abuela habían conformado una pequeña familia junto a él y su madre, pasaban mucho tiempo juntos los cuatro, festejaba cumpleaños y fechas importantes , salían de paseos y eran mucho más que vecinos o amigos. Sí, antes de amantes, antes siquiera de saber lo que era el amor, Elizabeth y él habían tenido un vínculo que los hacía familia, el cariño y la preocupación sincera de uno por el otro.
Y después todo se había derrumbado como un castillo hecho de naipes, y la familia había adquirido un sentido completamente diferente en su vida.
Pero la vida se encargaba de cambiar todo, de destruirlo, seguramente él había hecho mucho con las decisiones que había tomado, pero antes la vida lo había golpeado primero.
Pero antes de eso había sido feliz, de niña Liz tenía una energía formidable y una vez que se había sacudido un poco la tristeza de encima y se había acostumbrado a sus nuevas circunstancias, había sido una compañera de juegos adorable.
Le gustaba verla corretear por todos lados, reír a carcajadas, bailar y ondear en el viento su cabello rojizo. Y mientras crecía también habían salido a la luz otras cualidades, su inteligencia, su valentía y su gran corazón, también había crecido su belleza y se había convertido en mucho más que su amiga sin darse cuenta.
La hermosa Elizabeth, la mujer que después de todos esos años seguía siendo más importante que nadie. La misma que ahora estaba postrada en una cama. Había creído que lejos de él estaría a salvo, pero no.
Quizás nada de lo que él quisiera estaría a salvo nunca.

Al llegar aquella mañana al hospital , el guardaespaldas que había dejado custodiando la habitación de Elizabeth salió a su encuentro
-Creo que hay problemas…- le dijo.
-¿Crees? ¿Qué tipo de problemas?
-Parece que ella está discutiendo con los médicos- le informó el hombre algo cohibido y Cristhian se precipitó hacia la habitación.
-¿Qué sucede…? – preguntó y vio que estaba el médico, un par de enfermeras y lo que seguramente había causado el revuelo, una silla de ruedas.
-¡No voy a usarla! – dijo ella con tozudez y su mirada se dirigió a él.
-La necesita para movilizarse y cuanto antes aprenda a manejarla, mejor – le explicó el médico.
-Le dará un poco de independencia – aclaró la enfermera y ella se enfadó.
-He dicho que no y no tienen por qué darle explicaciones a él, no es nadie…no tiene que..
-Salgan, déjennos solos – indicó él y le hicieron caso.
-¡Por qué le hacen caso! He dicho que no es nada mío…- siguió protestando la joven pero el personal no le hizo caso.
-Estoy a cargo tuyo, no hay nadie más así que ya deja el escándalo, Elizabeth- la reprendió él.
-Te lo dije ayer, Cristhian, vete.
-No soy muy bueno obedeciendo a los demás, jamás lo he sido- respondió acercándose a ella.
-No voy a usar una silla de ruedas.
-¡Entonces , ¿piensas quedarte en una cama para siempre.
-Sí – respondió ella desafiándolo.
-No creo que sea buena opción – respondió ella y con rapidez la levantó de la cama y la sentó en la silla.
-¡Qué diablos haces!
-Eso pregunto yo, ¿¿qué diablos estás haciendo Elizabeth comportándote de esta manera?!
-No quiero estar aquí – protestó ella y empezó a agitarse en la silla tanto como le era posible en sus limitados movimientos, inmediatamente apareció una mueca de dolor en su rostro. Cristhian se agachó y con sus brazos la fijó allí.
-Basta , Elizabeth, te harás daño  si sigues así.
-¿Te importa?
-¡Por los mil demonios Liz! ¿Acaso no te importaría si fuera al revés?- estalló él – Deja de portarte como una niña, te guste o no te guste necesitas la silla de ruedas para movilizarte, así que deja la estupidez. Que te niegues a usarla o hagas berrinche no cambiará la realidad. Así que compórtate si quieres que te den el alta.
- Deja de decirme qué hacer y claro que quiero que me den el alta para iré de aquí y alejarme  de ti. Y quiero ver a mi novio.- le dijo mirándolo a la cara pues Cristhian aún no se apartaba de ella
-¿Al estúpido que conducía cuando esto sucedió? No lo he visto venir a tirar la puerta para verte ni nada parecido, deberías elegir mejor a tus amantes , Liz – respondió él.
-Siempre he tenido mal gusto, desde el principio – le respondió ella y eso lo hizo ponerse en pie.
-Sí, tienes razón.
-Y si no está aquí estoy segura que es por tu culpa, ¿qué le dijiste?
-Que no podías recibir visitas.
-Eres un imbécil…y ayúdame a volver a la cama.
-No pienso ayudarte, ya dijiste que soy un imbécil, así que no importa mucho lo que haga. Y si quieres hacer las cosas a tu manera, será mejor que hagas la rehabilitación – le dijo y se marchó de la habitación.
-¡Cristhian!- lo llamó ella pero no regresó.
Elizabeth intentó moverse y al hacerlo cayó, estaba segura que Cristhian la había escuchado caer, pero ni así había venido a levantarla, tampoco el tipo que tenía cuidándole la puerta entró a ayudarla.
Se quedó en el suelo, no iba a llorar, tarde o temprano, alguien entraría. No pasó mucho tiempo hasta que unos enfermeros entraran a asistirla.
Sin embargo Liz, sólo podía pensar en el hombre de mirada oscura que la había puesto en aquella situación. Definitivamente el Cristhian del pasado había desaparecido, seguramente la ayudaba por obligación, por algún estúpido resabio de sentido del deber, pero no porque la quisiera. El Cristhian de antes era gentil , pero  ahora la transformación estaba completa, era duro y despiadado, como si hubiera recorrido a pleno el camino que había iniciado a transitar cuando se separaron.
Ella había intentado evitar que eso pasara, que se convirtiera en ese tipo de persona, pero lo único que había logrado era que la apartara de su lado.

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