jueves, 24 de septiembre de 2015

Besos Robados 6

-Un Martin Miller por favor –Dijo con voz ronca al joven y atractivo camarero que se les acercó.
Aquello, causó que Ángel riera por lo bajo para una vez que volvieron a estar solos, acercara su rostro un poco al de él y hablarle en susurro.

-No conseguirás ponerme celoso –Vio como el fotógrafo sonreía de forma socarrona-. Sino estuvieras muy, pero que muy interesado en mí –Señaló el sofá de enfrente-. Te habrías sentado delante, en vez de aprisionarme con el calor de tu cuerpo.


Pero Ralph no tuvo tiempo de responder, cuando por fin apareció allí su amigo ruso.

-Mmm –Gruñó acercándose a la mesa, medio cojeando aún-. Joder, pues sí que vas rápido –Hizo una mueca de dolor por tocarse su pie por encima del zapato, viendo como los dos hombres lo miraban con el ceño fruncido-. Para qué querías que te acompañara, si solo te falta marcarlo con fuego que es tuyo.

Por aquella protesta dicha con gran fastidio, hubo varias reacciones.

Una, de Ángel que rompió en una carcajada. Y la otra, de Ralph que rebufó por lo bajo al dejarlo al descubierto.

-¿Dónde estabas? –Farfulló-. ¿Y porqué cojeas?

-¿Me puedo sentar? –Señaló el lugar libre-. ¿Oh te lo llevas ya a tu casa?

Ángel, volvió a sonreír para girarse a mirarlo con una ceja alzada.

-¿Y qué tiene de malo la mía? –Soltó puntilloso con cierto humor, al ver la cara sonrojada del hombre-. Por mí puedes sentarte –Se giró hacia el ruso-. Será interesante descubrir más cosas que no sabe mi amiga.

-Prometo no molestar mucho –Dijo acomodándose sin poder evitar el hacer otra mueca de dolor-. Solo quiero una copa y me pediré un taxi.

Ralph, alzó su mano izquierda para llamar la atención del mismo camarero, que ya lo conocía bien de las veces que acudían los viernes.

-Ilumíname con tu cojera –Soltó arrellanándose en el respaldo del sofá, sabiendo que así quedaba apoyado sobre el hombro izquierdo de su cita.

-Una copa de Dimpley  -Soltó al camarero, cuando se acercó con el gin-tónic de su amigo, después resopló un poco-. Una maldita loca que no sabe andar con sus tacones.

-Y seguro, que has sido súper caballeroso con ella –Señaló con gran ironía Ralph.

-¿Porqué me pones como el ogro? –Protestó después de alargar con cierta desesperación su brazo, para robarle la copa a su amigo y dar un buen trago-. Esto es bebida de maricas –Soltó sin pensar tras haber hecho una mueca de asco.

-¡Oye, es mío! –Se indignó su amigo achicando la mirada-. Y ves… -Alzó las manos con exasperación-, lo poco delicado que eres… Compadezco a la pobre que te haya pisado.

-Uno –Dijo alzando un dedo-. Sabes que no lo he dicho con segundas. Es solo, que los hombres de hoy en día no sabéis beber…

Ralph relinchó fuerte, pudiendo notar como ángel los observaba con expresión divertida.

-Uno –Lo imitó al interrumpirlo, empleando cierto énfasis en sus palabras-. Te recuerdo que eres de mi quinta. Y no todos, venimos de un país en donde sois maquinas frías de matar –Contraatacó divertido, sabiendo que aquello lo sacaría de quicio.

-Odio las películas americanas –Gruñó-. Nos han puesto esa maldita etiqueta.

-¿Hay algo que no odies? –Alzó una ceja su amigo-. No puedes negar que sois todos fríos como un témpano y os cuesta ver el arcoíris. Solo veis el negro.

Ángel ya no pudo aguantarse más y rompió en carcajadas.

-Marica –Gruñó como siempre.

-Científico chiflado –Devolvió con mofa.

-No es por nada, pero estáis como una cabra –Intervino Ángel, dando un trago a su copa-. Pero dime una cosa –habló con tono confabulador-, qué hiciste con la chica de los tacones.

Ralph rió, por el toque de humor de su chico.

-Desde luego –los miró medio riéndose-, sois tal para cual.

-Eso –Le  guiñó un ojo su amigo-, ya lo descubrimos en el ascensor.

-Yo puedo presentarte a una magnifica mujer, que te quitaría ese ceño fruncido –Habló Ángel.

-Olvídalo –Se adelantó Ralph chascando la lengua-. No quiere saber nada de las Meredith… Malas experiencias –Dijo lo último, dando vueltas con su dedo índice en la sien derecha de su cabeza, consiguiendo que Ivan alzara un dedo amenazante.

-Pues es una lástima –Suspiró de forma exagerada el otro hombre.- Estoy seguro, que congeniaríais… Y así, nos dejas solos.

-Mierda –Masculló veloz Ivan-, la culpa es de éste tonto –Señaló con gesto de cabeza a su amigo-. Que le daba miedo venir solo.

-Eso no es así –Protestó-, te saqué para que te divirtieras un poco. Amargado –Rebufó.

-Chicos calmaos, que era broma –Volvió a intervenir Ángel con tono calmado-, prefiero una reunión con amigos. De ese modo, no hay conversación forzada –Sonrió y le guiñó un ojo a Ivan-. Yo vine con mi amiga Meredith, que bajó un rato a bailar con sus compañeras.

-No me apetece bailar –Gruñó entre dientes-, y menos con tú amiga. Que no te sepa mal.

-¿Y con la de tacones? –Volvió a insistir Ralph divertido.

Ivan puso cara de fastidio por un segundo, para después pensárselo un poco.

-La verdad, es que no se veía fea –Meditó por un segundo-. Había poca luz…

-Vaya, tus ojos empiezan a brillar de deseo –Se alegró su amigo-. Es increíble, no estás muerto ahí abajo como tu corazón –Bromeó-. Deberías ir en su búsqueda –Se volvió a reír-. Pero por favor, no actúes como un hombre de las cavernas y se educado sin agarrarla de los pelos.

-Ha, Ha… -Se rió con sarcasmo por su comentario-. No creo que esté ya aquí. Se atrevió a darme otro pisotón de regalo, antes de huir como una cobarde.

-¡Esa sí que es buena! –Rió Ralph, alzando su copa-. Brindo por esa mujer valiente.

-Si me la encontrara, primero le daría un par de azotes en su trasero –Dijo con cierto brillo de deseo-. Que probara su propia medicina de dolor…

-¿Eres un hombre de látigos? –Frunció el ceño Ángel, no gustándole aquello para su amiga.

-Es ruso, bien podría serlo… -Susurró divertido Ralph-. Recuerda, maquinas frías de matar…

Ivan volteó los ojos al techo.

-¡Ni hablar me va nada de eso! –Dictaminó con tono duro.

-Ni a mí, que me den azotes en el culo –Habló de pronto junto a ellos, la mujer que tenían los tres en común-. Juro que como lo hagas, te clavo un puntapié en tus pelotas, don poste telefónico –Soltó con tono enfadado.

Los tres pares de ojos masculinos, se giraron como gacelas a observarla sorprendidos por su sigilosa aparición.

-¡Coño Meredith, que susto! –Se quejó Ralph, plantando veloz una sonrisa conspiratoria-. Deja que te presente a mí amigo…

-Nos conocemos –Señaló ella con tono seco, cruzando sus brazos y mirando de forma asesina al atractivo ruso.

-¡Eres su Meredith! –Indicó incrédulo Ivan-. Y te tienes que llamar así…

La mujer frunció el ceño y se giró un momento a sus amigos.

-Éste es idiota, o no le llegan las ondas al cerebro.

Tanto Ralph como Ángel, solo supieron mirarse y romper en risas.

-¿Cómo qué os conocéis? –Quiso saber Ángel.


-Es doña tacones –Murmuró con media sonrisa Ivan, sin dejar su escrutinio ahora que había luz, mucha luz… 

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