miércoles, 15 de junio de 2016

Noches En El Balcón 31

El timbre del instituto,  volvía a sonar por última vez aquella mañana. Una mañana, que había acabado siendo amarga. Con gran dolor, recogió su libreta y emprendió la salida del edificio con Carlota parloteando a su lado.

Tenía que admitir, que quien llevaba en verdad la conversación, era ella sola. Pues en verdad, no tenía ganas de hablar. Solo quería llorar y poder borrar aquel día.


¿De verdad le había dicho adiós a Eric?

Se sentía muy mal consigo misma, en las últimas dos horas de clase, había estado recordando las palabras de Elisabeth.

Eric, ocultaba cosas de su vida por quien era su familia. Y poder alejar así, a gente interesada como Laia. Pero con ella, él había sido sincero en su personalidad en todo momento.

Pero ya había visto, que muy importante no era para compartir ciertas cosas… ¡De acuerdo! Estaba el día del robo, que él había confesado que tenían que sentarse hablar.

¿Pero cuánto iba a contarle?

De repente, sintió un fuerte codazo en las costillas por parte de Carlota. Obvio que quería llamar su atención, ya que seguro sabía que no la estaba escuchando.

-Ahí vuelve otra vez al ataque –Soltó como veneno la joven-, es Raquel, la profesora de ingles.

-¿El qué? –Preguntó confusa, sin saber a dónde mirar.

-Mira en la acera de enfrente –cuchicheó de forma disimulada-. Esa lagarta, quiere conquistarlo como sea…-rió-. Creo que se ha operado las tetas…

Entonces comprendió. En la acera de enfrente, se hallaba su moto y él, hablando con una chica rubia atractiva.

Y por mala suerte suya, en aquel preciso momento él desvió la mirada hacia allí, clavando sus ojos en ella y asintiendo distraído con la cabeza, a lo que le decía la chica.

 Ahora lo comprendía, la había estado buscando con la mirada. ¿Sabía que iba a la parada del bus, para hacer un par de horas en sus laboratorios? Increíble, que después de lo ocurrido, fuera tan masoca de querer esperarla para llevarla al trabajo.

No pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran por ser pillada en espiarlo, y sabía que aquella sonrisa socarrona que apareció en sus labios, era por ella y no por la charla que mantenía con la chica.

-¿Estás muy interesada en él? –Preguntó una vez que hubo agarrado del brazo a la chica y emprendió la marcha calle abajo. Quedando sorprendida, al ver como ésta rompía en carcajadas-. ¿Qué dije?

-Admito –cogió aire-, que el chico vale un diez, pero me gusta otro –Confesó con cierto suspiro-. Es solo que a ella no la soporto –Achicó la mirada-, se metió en medio de la relación de mi hermana causando muchos problemas –Volvió a reír-. Ya verás, lo seca que es conmigo en sus clases –entonces guiñó un ojo-, pero tú, si tienes que contarme qué ocurre –hizo la cremallera en sus labios-. No diré nunca nada.

¿Tanto se le notaba? Pensó clavada en el lugar, observando volver a reír a la joven.

-Soy muy observadora –rió divertida, al ver la cara que ponía pro leer sus pensamientos-. No te conté que mi sueño es trabajar en la policía científica –Yola negó con la cabeza-.Puedes estar tranquila, no me gusta airear la vida de los demás. Es algo rastrero e injusto, para el pobre que no se le da oportunidad de defenderse. Pero cuando quieras o estés preparada, aquí tienes una buena amiga –sus ojos reflejaban sinceridad-. ¿Por qué quieres ser mi amiga verdad?

Yola sonrió y asintió con la cabeza.

-Bien –Le guiñó un ojo-, pues te abandono por aquí, algo me dice que no llegaras a coger ese autobús –Le lanzó un beso con la mano-. ¡Hazme caso! –Chilló, antes de arrancar a correr calle abajo, gritando el nombre de un chico que detuvo su andar para esperarla.

¿Pero qué había ocurrido?

Se preguntó a sí misma, cuando su móvil emitió un pitido, avisándole de un mensaje nuevo. Distraída con las palabras de Carlota, que lo abrió, viendo que había ido demasiado rápida, siendo un error.

Se trataba de Eric y ahora, sabía que lo había leído.

“Por favor, entra en el parquin del banco”

Alzó la mirada y a su izquierda, vio una sucursal de un banco con parquin para los clientes.

¿Cuánto rato llevaba allí parada, si ni había visto pasar a la moto por enfrente suyo?

¿Qué hacía?

Solo eran unos siete pasos. Un gesto que tal vez ayudaría en su relación con el chico o bien, los podría alejar aún más.

Entraba. Pues no quería perder su amistad, pasado lo que hubiera pasado.

Al llegar al final de la rampa, sus ojos ya se habían hecho a la tenue luz de los fluorescentes que dominaban el lugar. Pudiendo ver de pie apoyado en la moto a su vecino, reflejando una enorme sonrisa de alivio al verla aparecer.

Una vez que detuvo sus pasos enfrente de él, sus pulsaciones volvieron a galopar como locas, cuando éste se enderezó para alargar su brazo y acariciar su mejilla.

¡Sería posible detener el tiempo!

Fue lo primero que le vino a la mente al notar su caricia, su calor, su cariño con aquel gesto…

-Discúlpame por todo –Susurró-. Por todo el daño que he podido ocasionarte, pequeña demonio.
Aquello, hizo que Yola soltara una lágrima de alivio y aprensión.

-Y a mí –Dijo con voz rota-. Dije cosas que no siento en verdad –Confesó bajando la mirada al suelo, para sorprenderse por el movimiento inesperado del chico al alargar sus brazos y estrecharla contra él, en un fuerte abrazo de oso.

Y por primera vez, no sentía el impulso de separarlo de ella a puñetazos. Todo lo contrario. Sonrió, para alzar con timidez sus brazos y rodear la cintura del chico.

No pudiendo ver, la sonrisa henchida de satisfacción de su vecino, por el gran paso de ella con él.

-Te invito ésta noche a cenar en mi terraza y hablamos –Habló al fin, mostrando una mueca de insatisfacción, al ver que ella rompía el abrazo para responderle.

-Bien –Sonrió sintiéndose algo cohibida.

-¿Te puedo llevar a los laboratorios? –Preguntó con un guiño, viendo como la joven aceptaba con un gesto afirmativo de cabeza y él, sacaba el otro casco para ofrecérselo.


A las nueve y media de la noche, se hallaba saltando el muro con cierto paso indeciso. Hacía mucho tiempo que no iba a su casa… A decir verdad, desde la noche del robo, cuando conoció al chico en toda su gloria.

¡No, por dios!


Volteó los ojos al cielo y detuvo sus pasos, pues no quería aparecer acalorada por los recuerdos y que él, se diera cuenta.


Pero al girar en la esquina de su terraza, para aparecer en la parte frontal de la vivienda, todo su poder de concentración expiró.

¿De dónde había salido todo aquello?

Por increíble que pareciera, el balcón que antiguamente estaba vestido con una banqueta de madera, en aquellos momentos se hallaba con un sofá de dos plazas de mimbre, aunque para ser exactos parecía de una plaza y media, con una mesa a juego.

Sí, la banqueta pululaba por un rincón… Pero aún intentaba asimilar la mesa con una vela ancha color marrón encendida, para conferir una tenue luz al lugar…

¿Qué es lo que se esperaba de ella?

Pensó de forma alarmada, observando como sus pies querían echar a correr lejos de allí… Sabía que iba a sentirse nerviosa por la decoración tan íntima.

Aunque no representara lo mismo para él, era su primera vez que se topaba con una invitación de aquellas.

¡Dios, como odiaba no ser un poco más aventajada en aquel terreno!

-¡Ey, ya llegaste!

La sorprendió Eric, perdida en sus cavilaciones, portando una botella de lambrusco en sus manos.

-¿Quieres emborracharme teniendo mañana clases? –Indicó con cierto tono sarcástico.

Eric rió divertido por la acusación nerviosa de la chica.

-Tranquila, para ti tengo refresco –Meneó levemente la cabeza-, aunque un pequeño vaso de esto, no te afectará a tus sentidos.

-No tengo buenos recuerdos de tus gustos peculiares con el alcohol –Recordó, atreviéndose a dar el paso para acercarse a la mesa-. Me gusta el mobiliario que has puesto –Admitió sincera y ocultando que en verdad, la hacía sentirse algo incómoda por la cercanía que iban a mantener.

-Sabes que solo tengo lo esencial, porque no sabía si iba a gustarme el lugar –Chascó la lengua-. Pero ahora que lo siento como mi hogar, ha llegado el momento de ir vistiéndolo poco a poco.

-Tienes buen gusto –admitió a su pesar sin poder evitar soltar una de sus acostumbradas pullas-. ¿Tan seguro estas de que es tu hogar? –Achicó los ojos y sonrió con sarcasmo-. No has sentido ningún impulso de buscar un barrio más refinado…

-Yola… -Le advirtió sonriendo-. Admite que prefieres lo malo conocido a lo bueno por conocer –Acabó con un guiño picaruelo de ojos, justo cuando sonaba el timbre de la puerta-. ¡La pizza ya está aquí!

Lo observó desaparecer en el interior, dejándola con el pensamiento de que no creía que hubiera nadie mejor por conocer para ella, según le susurraba su corazón.

Estaba nerviosa. Aunque aquel mes cumpliera los dieciséis años y aún, se `pudiera ver como una adolescente por la mayoría de gente, aquella noche Eric la iba a tratar como una igual.

Es decir. Iban hablar como dos adultos y poner casi todas las cartas sobre la mesa.Decía casi, porque aún no se veía preparada para transmitirle sus sentimientos.

 -¿No es cómodo el sillón?

Preguntó el chico apareciendo con una enorme caja de cartón, de la mejor pizzería de toda Barcelona.

Yola se sonrojó por volver a ser pillada con la mente en las nubes.

-Perdona –Sonrió yendo a sentarse y tratando de dejarle el mayor espacio libre al chico-, estaba mirando el paisaje… -Soltó un suspiro-. Queda poco del verano.

-Cierto –Admitió ocupando el espacio junto a ella, dándole igual el que ella lo mirara por un momento enfurruñada al sentirse como atrapada-. Espero te guste la pizza de escalibada con butifarra –Indicó abriendo la tapa y cogiendo un trozo, para ofrecérselo a ella.  

-Has dado en el clavo –Aceptó la porción en sus manos con la boca agua-, pero de ese lugar, creo que todas son ricas.

Ya llevaban cada uno cuatro porciones de pizza, y todavía seguían sin sacar el tema. De momento, habían hablado de cosas triviales y del trabajo.

-Ya no creo, poder comer ni un trozo más –Admitió, dando un trago pequeño al líquido rosado que había traído él. Reconociendo, que no era fuerte en alcohol.

-Pero si creo que sales más a cuenta comprarte un suéter que invitarte a comer –Bromeó el chico, agarrando también su vaso de la rojiza y espumosa bebida-. Las porciones eran más grandes que tú –Soltó riendo.

Yola, abrió los ojos como platos para alzarse riendo y tratar de propinarle un bofetón en la nuca, a modo de juego y protesta por sus palabras, que no pensaba que aquello es lo que había maniobrado en su mente él.



Una vez que había desaparecido aquella mañana ella de su despacho, diciendo aquellas dañinas palabras. Y él, había hecho lo propio con su amiga Elisabeth, que a los cinco minutos ésta le había devuelto la llamada con unos cuantos apelativos por ser en verdad dueño de tal cerebro y no ver ciertas cosas.

No pudo evitar el volver a sonreír, al recordar lo que le dijo su amiga.

Su pequeño demonio rojo, era indeciso. Y si entraba en cualquier instituto que él no pudiera vigilarla, cualquier otro podría ir a por ella quitándole cualquier punto que hubiese ganado. Y tenía razón… Ya había visto a su alumno Francesc, lo interesado y atento con ella. Lo de que tenían prohibido salir con alumnos era cierto. Pero ellos tenían ciertas ventajas. Vivían pared con pared y nadie lo sabía. Podían estar juntos en su piso, irse por ahí bajando a por el coche o moto, desde el parquin y alejarse a otras ciudades de alrededor, que nadie iba a saber que eran alumno y profesora por unos años.

Se había construido una muralla que no era nada alta, más bien, como el muro entre sus balcones.

Por ello, que había decidido empezar con su estrategia de ir enamorándola poco a poco. Y la ventaja, es que él tenía más mundo conocido que sus propios compañeros de clase.


Y el primer paso, iba a ser en probar levemente sus rosados labios. Que llevaban todo el rato tentándolo a la luz de la vela.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...