viernes, 21 de octubre de 2016

No puede ser amor 19°- Gaby Ruiz



Alex sabía que debería estar en las nubes por lo que había pasado esa noche. Tener en sus brazos a Aurora, deslizándose por la pista de baile, no era una dicha de todos los días. Pero no, ahí estaba él, sintiéndose desolado y no lograba entender por qué. Bien, para ser sincero, Aurora había sido un sueño para él. Y aun así, seguía triste por Danaé. 
Él la quería. Mucho. Y la sola idea de hacerle daño, le era repugnante.  Jamás podría… jamás querría hacerlo. Ni siquiera había considerado que tal vez podía dañarla de alguna manera. De que ella lo conocía más que nadie, que había leído en él tantos sentimientos…
Era eso. El impacto de que alguien pudiera ver más allá de lo que él mostraba a los demás, el no entender que hacía que ella fuera diferente ¿por qué podía mirarlo desde otro cristal que los demás no? O tal vez sí… pero no lo decían, jamás.

Lo único que quedaba era ignorar todo, bueno al menos lo que había creído sentir cuando la miró, sin mirar realmente. Y tratar de hablar con ella, disculparse si era preciso. No sabía cuántas estupideces había dicho, porque realmente se sentía como un idiota.
Solo sabía una cosa… había sido muy duro con ella.  Con Danaé, que le suscitaba tanta ternura. ¡Algo estaba terriblemente mal en él!
Estaba decidido, al día siguiente, él hablaría con Danaé. Iría muy temprano a su casa para que no  hubiera posibilidad de escape. Porque era probable, sino seguro, que ella no querría verlo.
***
Danaé tenía una taza de chocolate en su mano mientras recorría el jardín.  Como de costumbre, se había levantado muy temprano pero no desayunado hasta que estaba con su familia. Tenía que darles la noticia, después de todo.  Sin pesadillas aquella noche, se sentía libre, tan feliz y aliviada. Al principio, había pensado que las palabras de Alex se clavarían en su mente, haciendo aún más vívido su dolor. Pero no, ni una sola pesadilla, ni un solo sueño con Alex.  Nada… solo vacío. Mas era un vacío agradable, aquel que deja lugar a un nuevo inicio. Justo lo que ella necesitaba.
Su padre se había entristecido un poco al saber que partiría pero al mismo tiempo el orgullo se dibujaba en sus facciones y eso fue lo que predominó en su voz cuando la felicitó y le abrazó muy fuerte. Su madre había hecho lo mismo, se sentían tan felices por su pequeña Danaé. André no estaba en casa, cosa que no era rara, pero lo que sí fue que había llegado a dormir y se había levantado temprano. ¿Él temprano después de dormir en la madrugada? ¡Eso era más que extraño!
Restó importancia sacudiendo la cabeza, últimamente pasaban cosas extrañas por sus vidas. En general, o al menos eso parecía, con Beth, André, Aurora, Christopher, Alex…
Bueno, al menos con Alex, estaba segura. Aún trataba de rememorar con exactitud el episodio de la noche y no le encontraba sentido. ¿Qué rayos había pasado? Alex había estado ¿fascinado? y al momento siguiente estaba ¿al borde de un colapso entre nervioso y furioso? ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella más que salir al balcón a tomar aire? ¿Cómo la había encontrado? ¿Cómo…?
–Danaé…
No necesitaba mirar.  Él estaba detrás.  Suspiró con cansancio, dejando a un lado la taza de chocolate (no quería tener nada a mano que pudiera usarlo en su contra) y lo miró. 
–Alex. 
Él parecía nervioso y cansado. Lucía como si no hubiera dormido nada, que seguramente era el caso pues debió quedarse hasta muy tarde en la fiesta. Le sorprendió mirarlo así, él siempre había estado impecable y seguro. Ahora, no podía precisar que era, pero no parecía él. 
Era como si, de pronto, fuera humano.  No aquel ser perfecto que creyó amar toda su vida.  No.  Solo alguien más. 
Alguien… vulnerable.
–¿Quieres sentarte? –preguntó, señalando la banqueta donde acababa de dejar la taza– te ves algo… cansado.
–Un poco –dibujó una sonrisa pequeña– no logré dormir bien.
–Oh, qué lástima –Danaé no sabía que decir– ¿quieres ir a la sala?
–No, gracias –susurró mirando en varias direcciones, parecía evitar fijar su mirada en ella– ¿tú descansaste?
–Sí, muy bien gracias –contestó con una sonrisa genuina.
–Cuanto me alegro –Alex se pasó la mano por su cabello rubio– Danaé, yo… –se detuvo.  De pronto, él no tenía nada que decir ante sus ojos enormemente castaños… ¿castaños?–. Ayer… ¿usas lentes de contacto?
Danaé lo miró como si de pronto hubiera enloquecido. Él no parecía ser la persona más coherente desde anoche. ¿Qué le estaba pasando? Quizás atravesaba un problema, probablemente algo relacionado con Aurora o su familia, para que estuviera en ese estado, ¿pero qué? Y ahora, ¿qué pregunta era esa?
–No –contestó sin entender del todo– con respecto al día de ayer…
Alex la miró. No supo qué leyó en sus ojos pero Danaé se silenció de inmediato.  Esperó que él siguiera, parecía lo adecuado.
–Es que tus ojos… eran diferentes anoche –precisó y Danaé asintió con una sonrisa– creí mirar que eran dorados, seguro fue la luz.
–No, eran dorados –confirmó riendo brevemente– el tono varía –explicó– desde castaños hasta dorados… muchas gamas entre ellos –se encogió de hombros, como si no fuera nada extraordinario– me pasa siempre.
–¿De verdad? –Alex preguntó, fascinado mientras ella asentía, ladeando un poco la cabeza. ¿Por qué ahora cada mínimo movimiento suyo parecía tan importante y llamativo? Cuando la había visto caminando en el jardín, aún de espaldas, había sabido que era ella. Su paso era seguro pero encantador y él quiso creer que simplemente era la deducción lógica.  ¿Quién más sería a esas horas que Danaé? Había llamado a la puerta y de inmediato le dijeron donde estaba, él era como de la familia, después de todo. Siempre ahí… la conocía desde siempre y aún así, sentía como si nunca la hubiera visto. ¿Por qué ahora? ¿Qué había cambiado? Al girar, ella hacía ese movimiento tan elegante que había notado la noche anterior, mientras bailaba, tenía una gracia innata que le encantó.  No había podido despegar los ojos de ella y ahora no era la excepción.  Mientras hablaban, él había visto a una mujer (no una niña) segura, alegre y optimista. Había sonreído, estaba hermosa e irradiaba confianza.  ¿Cómo podía ser? ¿Podía alguien cambiar en horas o era él quien miraba más allá? ¿Por qué…?
–Alex –llamó Danaé bajo.  Temía que nuevamente él pudiera sentirse… extraño. Como ayer.
–¿Cómo pude estar tan ciego? –murmuró Alex ante el asombro de Danaé– ¿qué ha cambiado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...