domingo, 21 de mayo de 2017

La mujer del rey 20°



Fueron días extraños para Byul pues debió acostumbrarse a su nueva vida en palacio con todo lo que ello implicaba. Janeul la nombró oficialmente su Concubina Real, así que recibió el título de “Alteza” por lo que la trataban con una pleitesía que la incomodaba, sobre todo porque podía percibir la hipocresía en muchos de los políticos y gente de la corte al dirigirse a ella. Sin embargo, podía estar con las dos personas que más amaba  y eso lo compensaba todo.
Además cuando en público, Yul la llamaba Alteza ella podía escuchar el  tono cariñoso con que lo decía y como sus palabras tenían el eco de la palabra madre que le decía en privado. Habían acordado que pasado un tiempo la llamaría también así en público, pero esperarían hasta que a nadie le llamara la atención que la tratara así.
Myra también se había trasladado a palacio, no sólo para hacerle compañía a Byul sino porque ella quería seguir ocupándose de la joven y asegurarse que tuviera una buena vida. Y la muchacha estaba más que feliz de poder seguir a su lado.
Byul aún tenía temores, aquella anhelada felicidad que se había vuelto algo tangible,  a veces la asustaba, incluso despertaba sobresaltada algunas noches, pero Janeul estaba junto a ella, y la calmaba hasta que volvía  a dormir en paz. Y de día los fantasmas se esfumaban cada vez que podía estar con su hijo.

A quienes los veían juntos, les llamaba la atención la buena relación entre el niño y la concubina del rey, pero lo atribuían a que ella quería ganarse el favor del joven príncipe, nadie intuía la verdad . Y sólo Jun, Wol y Myra, entendían el valor de aquel vínculo que crecía día a día.
Para Janeul verlos juntos era un milagro, y sobre todo cuando tenía un día agobiante debido a sus obligaciones como había sido aquel en particular. Había terminado la audiencia con sus ministros cuando Jun fue a buscarlo.
-Su Majestad, creo que le gustará ver esto…- dijo satisfecho. El rey lo siguió, llegaron hasta los jardines principales y se detuvieron a observar la escena que se desplegaba delante de ellos. Allí en la glorieta junto al estanque, estaban Byul y Yul, ambos hablaban y reían. El niño tenía a su lado un instrumento, parecía haber estado tocando algo para su madre y ella tenía sus herramientas de  dibujo. Los observó un instante, sintiendo que su vida estaba completa al fin, que tras mucho años llegaba a su destino. Él no había perseguido ni la corona, ni el poder, había luchado por tener la oportunidad de un momento así, y ahora lo vivía. Sonrió  y sin poder esperar más, fue hacia ellos.
-¿Qué es tan divertido? – cuestionó al entrar a la pérgola.
-¡Padre!- exclamó Yul y Byul lo miró con una sonrisa en los labios y también en su mirada.A él le gustaba verla así de feliz.
-¿Puedo unirme? –preguntó y madre e hijo asintieron. Janeul le dio un beso en la coronilla de la cabeza a su hijo y luego besó a Byul levemente, no había podido contener su impulso sin importar quién los observara. Al sentarse descubrió los dibujos de Byul, había algunos de Yul tocando el instrumento, debían ser recientes, y en otras hojas encontró algunos de ciertos personajes de la corte. Estaban dibujados con orejas de animales o en situaciones ridículas, supo que eso les había causado tanto risa. Su pequeña Byul había encontrado un modo artístico de descargar su frustración y contaba con el risueño apoyo del príncipe.
-¿Así que era esto de lo que se reían?
- Son muy buenos, ¿verdad? – intervino Yul temiendo que su padre se molestase.
-Tu madre tiene talento – dijo él  apenas conteniendo la risa y  ella lo codeó levemente. Lo conocía muy bien y sabía que se estaba divirtiendo, ella se avergonzaba de su arrebato  infantil de vengarse con aquellos dibujos. Y que Janeul los mirara, le recordaba que sus acciones podían tener repercusiones peligrosas. Si cayeran en las manos erradas podían causar algún conflicto en la corte.
- ¿Hay dibujos del rey? – preguntó él para distraerla, como si leyera el rumbo que estaban tomando sus pensamientos.
-No – mintió, lo había retratado pero no estaban entre esos dibujos.
-Remediemos eso – dijo y se sentó junto a Yul para que ella los retratara. Luego Janeul tocó algo para ella y  Byul recordó cuánto amaba esa melodía cuando era niña. Cerró los ojos un instante para que la música la llevara a aquellos días, luego los abrió para contemplar fascinada la escena que estaba delante de ella, allí lado a lado, el hombre que amaba y su hijo. Era una hermosa realidad y su presente.
Hacia el atardecer, aprovechando que había una brisa insistente, Janeul y Yul hicieron una competencia de barcos de papel en el estanque. Ella los vio jugar juntos y  agradeció silenciosamente que padre e hijo se amaran de esa manera. Saber que Yul había crecido  con el cariño y cuidado de Janeul y que , aunque fuera  el príncipe, se le permitía ser un niño, era una tranquilidad, un bálsamo para sus heridas.
Al día siguiente, Byul recibió una visita inesperada que le llenó el corazón de calidez, Dina que se había casado y vivía fuera del palacio, fue a verla.
La muchachita ahora era una hermosa mujer y ella le debía mucho. Se abrazaron apenas verse  y después de que Dina saludó al príncipe que había cuidado en sus primero años, salieron a los jardines y se pusieron al día.
-Gracias- dijo Byul sinceramente- Gracias por haberme ayudado aunque yo no lo supiese, gracias por cuidar de mi niño.
-Soy yo quien debe agradecer, gracias a usted soy feliz ahora. Me salvó de ese lugar, hizo que el Rey cuidara de mí. En esa época deseé morir, pero agradezco que me salvara la vida y me diera la oportunidad de ver que había algo bueno para mí, más adelante. Me pidió que la olvidara, pero ¿cómo podría hacerlo?
-Dina, me alegra que no lo hicieras, porque tus acciones me dieron la posibilidad de volver junto al Rey y mi hijo.
-Era su lugar, desde el inicio – dijo la joven recordando lo que había pensado años atrás al verlos juntos.
-Y me alegra volver a verte,  en estos años, muchas veces me pregunté por ti, sabía que Jun y Janeul cumplirían su palabra de mantenerte a salvo, pero aún así, quería saber qué había sido de tu vida.
- Tengo un hijo, lo traeré la próxima vez que la visite. Y también le presentaré a mi marido – dijo la muchacha quien se había casado con un joven noble, Janeul había ayudado a que fuera posible al darle una generosa dote, para que la familia de él no se opusiera al amor de los jóvenes.
-Sí, por favor, quiero conocerlos.
-Lo haré. Hubo un tiempo en que pensé que era mejor olvidar todo lo malo que había vivido, luego entendí que era mejor recordar y pensar que yo había sobrevivido a todo eso, y que ser una sobreviviente de días oscuros me daba el derecho a disfrutar a pleno mi felicidad actual. Espero de todo corazón que sea así para usted, que sea muy feliz de ahora en adelante junto al Rey y el príncipe.- le dijo la muchacha tomándola de las manos y Byul asintió.
Aquella visita le recordó que había alguien más de su pasado con quien quería reunirse, la madre de Wol.
Lo habló con Janeul y acordaron que lo mejor era que ella fuese a visitarlos al palacio, ya que Byul quería que conociera a Yul.
Dos días después la mujer llegó escoltada por su hijo. Hizo una reverencia a Byul pero ella se acercó y la abrazó con fuerza. Cuando se separaron, ambas tenían lágrimas en los ojos.
-Ha pasado tanto tiempo – dijo Byul.
-Me da tanto gusto volver a verte – respondió la mujer y se corrigió automáticamente- Volver a verla, Alteza.
-Por favor, no me hables así, tú no. Wol, ¿podrías traer a Yul, quiero que tu madre lo conozca.
-Sí- respondió él escuetamente y se marchó dejándolas solas.
-Tu hijo  es un gran muchacho, cuando Janeul me contó quien era, me sentí muy feliz de que estuviese junto a Yul.
-Sí, es un gran chico, debido a su abuela principalmente.
-Y a ti que lo amaste.
-Al principio, cuando volvimos a reunirnos sentí que era demasiado bueno y no lo merecía.- explicó la mujer.
- Me siento así con Yul.
-Pero lo amo , lo amé siempre, así que entendí que eso era todo lo que hacía falta, que no tenía que ser tan tortuoso.  En realidad, fue Wol quien me lo enseñó. Si él podía aceptarme y amarme, yo debía perdonarme también. Estoy muy orgullosa de él y cuando supe que cuidaba al Príncipe, pensé que era  el destino y deseé que algún día pudieras reunirte con tu hijo como yo me había reunido con el mío.
-También yo estoy aprendiendo – dijo Byul.
-Ser feliz no es tan fácil, ¿verdad?- preguntó la mujer
-No lo es, da un poco de miedo. Temo despertarme- confesó ella.
-Mi niña, creo más bien que esta es la realidad y ya has despertado de la pesadilla. Sé mejor que nadie lo que debiste sufrir lejos de tu niño, pero ya están juntos.
-Es un niño increíble, estoy tan orgullosa de él.
-Tiene a quien salir – dijo la mujer con afecto y en ese momento entraron Yul y Wol.
-Él es mi hijo, Yul. – lo presentó Byul orgullosa, se sentía muy bien poder pronunciar aquellas palabras.La mujer hizo una reverencia para saludarlo.
-Su Alteza es un gusto conocerlo.- El niño devolvió la reverencia.
-Para mí es un honor también  conocer a la madre de Wol- dijo él mirando a mujer y luego a su amigo.
-También es una vieja amiga – dijo Byul sonriéndole.
Aquel encuentro y su anterior reunión con Dina la ayudaron a encarar su pasado de una forma más amable, en aquel pasado además de tristeza y separaciones, había gente querida, buenos momentos y amor.
Sin embargo, hubo un suceso que trajo de nuevo los fantasmas y la parte más oscura de su historia.
 Yul  enfermó y cuando Janeul fue a verlo se cruzó con Byul que regresaba llorando de las habitaciones del príncipe.
-¿Qué sucedió? ¿Es grave? – preguntó asustado y vio que ella llevaba una taza de té.
-No pude verlo.
-¿Cómo?
- Dijeron que era un resfrío y que tenía temperatura, le llevé un té pero el médico me echó de allí, creo que pensó que quería envenenarlo – dijo ella con enorme tristeza y las manos temblándole. No importaba que fuera la madre de Yul, nadie lo sabría jamás y siempre sería vista como una intrusa. Ni siquiera se le permitía estar junto a su hijo enfermo.
-Ve a nuestra habitación – pidió él.
-¿Vas a verlo?
-Sí.
-Vuelve pronto a contarme cómo está- pidió ella.
-Ve, Byul. Ve y espérame.
Janeul apenas pudo controlar su enojo, en el camino hacia las habitaciones del príncipe se encontró con Wol que venía del exterior.
-¿Dónde estabas? – preguntó  el rey molesto.
-Lo siento , Su Majestad, fui a buscar unos medicamentos que me había encargado Su Alteza, Byul,  por si el príncipe lo necesitaba. ¿Sucedió algo?
-Sí. Sígueme – casi gruñó y entró a las habitaciones donde estaba el médico real y sus sequito.
--Su Majestad- saludaron presurosos
-¿Cómo está el príncipe?
-Parece ser sólo un resfrío y nada más, aún así lo estaremos supervisándolo mientras baja su temperatura- explicó.
Janeul se dirigió hacia el lecho de su hijo, lo angustiaba  tremendamente verlo enfermo. Se inclinó hacia él.
-¿Cómo te sientes? – preguntó.
-Padre…-susurró él con la voz apenas audible.
-Te recuperaras pronto, no te preocupes- le dijo dulcemente y entonces lo levantó en brazos.
-Mamá…-susurró el niño.
-Vamos con ella-  dijo cargándolo y empezó a caminar.
-Su Majestad, ¿dónde lo lleva? – dijo el médico sorprendido, Janeul ni siquiera se molestó en contestar, si no desataba toda su furia era por el bien de Yul.
-Evita que nos sigan- dijo a Wol y él se encargó de  cumplir esa misión.
Byul estaba nerviosa, esperando que Janeul le trajera noticias sobre la salud de su hijo. Estaba empezando a desesperar cuando las puertas se abrieron y sorprendida vio a  Janeul cargando a Yul.
-Pensé que él estaría mejor aquí- explicó y ella se sintió inmensamente agradecida. Salió corriendo a preparar la cama.
-Tráelo – le dijo y él lo depositó allí. Se sentó junto al niño apenas Janeul lo acostó, tocó su frente y lo  acarició suavemente.
-¿Estás bien? ¿Duele mucho, mi cielo?
-Mamá…
-No te preocupes, es sólo un resfrío. Estará bien muy pronto. Ahora puedes darle ese té tuyo y mimarlo tanto como gustes.- le dijo para tranquilizarla.
-Gracias – dijo ella conmovida y fue a preparar un nuevo té para el pequeño.
-Para decir la verdad el té es bastante feo – le dijo en voz baja Janeul al niño- pero es efectivo, yo lo he bebido en el pasado, así que sé valiente y bébelo por el bien de tu madre.
El príncipe asintió levemente.
Ella volvió  y con la ayuda del rey se lo dio a beber al niño. Mientras Yul lo tomaba obedientemente, Janeul notó que Byul había echado un caramelo de miel en la bebida para disimular el fuerte sabor de las hierbas medicinales.
-No le ponías eso cuando me lo dabas a mí- protestó.
-No eras un niño – se justificó ella.
Se quedaron junto al niño hasta que su temperatura cedió y se quedó dormido. Entonces Janeul tomó a Byul de la mano y la alejó un poco para hablar con ella.
-¿Qué sucede? ¿Él está bien, verdad?
-Sí, estará bien y en un par de días estará tan lleno de energía como siempre, o más. Pero quien más me preocupa ahora eres tú.
-Ya estoy bien, entiendo que lo que sucedió es lo natural…
-Voy a decirte algo, y será mejor que te lo grabes porque no pienso repetirlo. No hay nadie en este palacio, ni en este reino que pueda ordenarte o prohibirte algo, a excepción de mí, y lo único que yo quiero es que me ames aunque sé que no lo merezco. Así que jamás retrocedas, ni te asustes. Y si algo sucede y no puedes enfrentarlo, ven a mí inmediatamente, yo jamás te dejaré, no más.
Y cuando se trate de Yul, tienes todo el derecho del mundo, porque eres mi mujer y , aunque solo nosotros lo sepamos, eres su madre. Nadie puede negártelo ni arrebatártelo.
Y así, con esas palabras, Janeul terminó de disipar sus fantasmas.
Estaban juntos y serían felices.



1 comentario:

  1. Por un momento me asuste, pensé que le habían hecho algo al príncipe... Gracias, muy hermosa pero siento que algo feo vendrá, no nos hagas sufrir mucho porfa.

    Saludos

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