viernes, 10 de noviembre de 2017

Becaria Pueblerina 24

Zack, entraba por la puerta de urgencias con paso apresurado y semblante serio, buscando con la mirada a su mujer. Cuando la localizó, en parte respiró con más calma, al ver que físicamente se hallaba bien.
-Tesoro –Susurró reclinándose junto a ella, para llevar su dedo índice a su barbilla y alzarle el rostro, para mirarla a los ojos y depositar un beso suave, en sus carnosos labios-. ¿cómo estás? ¿Sabemos algo ya?
-No –Rompió en llanto desconsolado, alzando sus brazos para rodear el cuello del hombre con fuerte ímpetu-. Tengo miedo, es culpa nuestra si algo le sucede –Confesó con voz entrecortada.
-No digas eso –Le susurró, acariciando su cabeza con cariño-. Clarise es fuerte. Y no quiero que estés triste. Todo va a ir bien. Se positiva y recuerda, que tú pequeño, tampoco estará de acuerdo en que llores así.
Aquello, hizo que su bella mujer, sonriera con cariño. Mientras se reclinaba hacía atrás en la silla y se limpiaba con gesto fuerte, las lágrimas de su rostro.
- ¿Dónde están todos? –Le preguntó mirando a su alrededor.
-En la sala de espera del final de pasillo –Se encogió de hombros-. Les dije que iba un momento al baño, pero necesitaba estar sola y pensar –Absorbió por la nariz-. Si no hubiésemos estado pendientes en vengarnos de Thom –Soltó con rabia-. Ella, estaría bien.
-Susan –La riñó con cariño-. No digas eso. No estoy para nada de acuerdo, ha sucedido por un descuido y ya está. No tenéis culpa de nada –Soltó un profundo suspiro, antes de depositar un beso en su frente-. ¿Te sientes mejor, para ir con el grupo?
Susan, asintió con su cabeza. Dejándose ayudar por su marido, en alzarse de la silla y emprender la marcha.






Dios, aquello era una pesadilla.
En la última hora, acababa de descubrir sentimientos profundos, que creía no existían. Y puede, que no sirviera para nada, de enterarse de aquella verdad.
A lo primero, cuando la vio caerse hacia atrás, juraba haber notado, como su corazón se detenía por el susto, teniendo que decirle a su cerebro, que todo iba bien. Era una simulación...
Pero cuando vio el miedo en los ojos de sus amigas, sintió un enorme frío recorrerle el cuerpo, al ver que podía perderla. Con un terror enorme, saltó prácticamente las escaleras con Thom, pisándole los talones.
Si miraba sus manos apretadas, seguían temblando, como cuando le había retirado el cabello a la chica del rostro, comprobando que se hallaba inconsciente. Y allí, el miedo ya se había anidado en él.
Todo el cuerpo le temblaba, le costaba respirar, mientras que sus ojos, pedían descargar también su frustración. Pero tenía que ser fuerte y pensar de forma positiva.
Aquella pequeña mujer. En verdad, era enorme. Todo iba a ir bien.


Los médicos y enfermeras, iban y venían, con buenas y malas noticias de todo el que estaba allí. Pero, uno siempre sabe con mirar a una persona a los ojos, que vienen en ése preciso momento, a darte alguna mala noticia.
Todos se pusieron en pie, conteniendo el aire.
- ¿Viene por Clarise? –Preguntó Thom, observando como la doctora los miraba a todos, para hacer un leve asentimiento de cabeza.
-Si –Les sonrió-. Pueden relajarse. Su amiga ha resultado ser una pequeña guerrera –Allí, Ramón aspiró con fuerza, notando como el peso del miedo se iba a toda prisa de toda la musculatura de su cuerpo-. Sí, que ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, por lo que se quedará por norma, un día para vigilarla nosotros aquí. Pero la operación de su muñeca fracturada, ha salido muy bien. En unos cuarenta días, si va la recuperación perfectamente, se le intervendrá, para retirar los hierros que la sujetan –Se encogió de hombros-. En un rato, la subirá a su habitación. Puede que la noten algo desorientada, no recuerda mucho de la caída.
-Gracias –Volvió hablar Thom, mucho más relajado, observando como todos se miraban con lágrimas de alegría en los ojos.
-Que tengan buen día –Se despidió la doctora-. Oh –Se giró-. La subirán a la habitación 214.




Fueron casi en volandas, hacia la segunda planta, donde su gran guerrera se hallaba descansando.
Sus sentimientos, lo impulsaban a pasar por delante de todos, y cerrarles la puerta en sus narices, para dejarlos fuera y quedarse solo él, con ella.
Pero no iba a poder ser. Además, sabía que Clarise, solo tenía para él, la palabra rechazo. No, en la amistad, que habían comenzado. Pero, sí, para algo más serio.
Entraron todos, llenando al completo el pequeño habitáculo, teniendo que quedarse casi en la puerta, detrás de Thom.
-Que alegría que todo haya quedado en un pequeño susto –Habló primero Susan, yendo casi a su lado, para sujetarla de la mano sana-. No te perdonaré otro susto como éste.
-Que mal rato me hiciste pasar, tonta –Sollozó Anne, con sonrisa y lágrimas en los ojos, mientras se inclinaba sobre la cabeza de su amiga, y le dejaba un beso en la frente.
-Yo... Lo siento, mucho –Pronunció con voz débil y un leve sonrojo, mirándolos pro un segundo a los que rodeaban la cama, con cierta inseguridad en su rostro-. ¿No ha llegado mí marido aún? –Les preguntó con voz débil, cuando al mirar tras su jefe Thom, apareció el rostro de Ramón-. ¡OH! –Plantó una sonrisa alegre en su rostro, mientras que todos los demás, tenían la cara desencajada-. Aquí estás Ramón, querido... -Le dedicó una mirada brillante.
¿Acababa de oír, lo que creía?
Pensó frunciendo pro un segundo el ceño, mientras no conseguía apartar la mirada, de la dulce de ella, centrada solo para él.
Un segundo... Su corazón, empezó a galopar con fuerza... ¿acaso era verdad?
Entonces, tenían un gran problema.
-Thom –Como pudo, le dio un ligero codazo en las costillas, sacando al hombre de su estupor-. Deberías, buscar a la doctora –Dijo, casi entre dientes, pero sin poder evitar, que la joven frunciera el ceño.
- ¿Ocurre algo tesoro? –Preguntó empezando a mirarlos a todos, algo nerviosa.
-Yo... -Carraspeó Thom-. Vengo, en un segundo –Avisó, saliendo en tres zancadas de allí, con cara de susto, pudiendo escuchar las palabras del motorista, antes de pasar por debajo el marco.
-No, vida –Sonrió Ramón, con un guiño de ojos. 
- ¡Cómo que no! –Saltó con voz chillona Anne, mirando con furia a su amiga, acostada en la cama-. Después del batacazo que te has dado, que bien podrías haberte abierto la crisma –La amenazaba con el dedo índice-. Pretendes seguir con la puñetera trama. Tú, no estás bien.
-Calma, Anne –Habló Sabrina, yendo a sujetarla de los hombros.
- ¡Y un cuerno, que me calme! –Bramó tosca casi echando espuma por la boca-. Cómo... -Se giró a su amiga lesionada, pero el brillo de ésta en sus ojos, la detuvo de seguir despotricando con enfado. Su amiga, las miraba con miedo-. Dios, esto no puedo estar sucediendo... -Soltó con un profundo quejido de horror.
- ¿Qué trama? –Preguntó con cierta alteración, girando su mirada hacia el motorista-. Querido, hay algo que debería saber...
Y ahí, tenía la respuesta a su anterior duda. Pensó con asombro, Ramón.
- ¡Hay madre! –Soltó sorprendida Susan, lo que muchos acababan de comprobar.

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