domingo, 3 de diciembre de 2017

Amor en Alaska 5°



El día del festival estaba inusualmente frío o quizás fuera esa nueva percepción que tenía del clima, porque Rachel se abrigó extra y protestó mentalmente sobre el tardío cambio de estaciones. Incluso pensó en no ir, pero era un evento para toda la ciudad y sentía mucha curiosidad por las embarcaciones de Kenai, ¿las habría terminado a tiempo? ¿Navegarían como él lo había imaginado?
Incluso había cerrado la tienda porque no habría muchos clientes ya que todos irían al espectáculo, y sus empleados también deseaban asistir. Era exigente, pero no una tirana, así que había decretado día libre. Evan se había marchado temprano para ir a ayudar a su amigo con los preparativos, ella se había encargado de terminar algunos pendientes, luego se había abrigado bien y había caminado  hasta el lugar del festival. Era la tarde, la idea era aprovechar las últimas horas de luz para el espectáculo de las embarcaciones y luego habría un  show de fuegos artificiales.

Se había reunido una gran cantidad de personas entre turistas y locales, todos amontonados  en la costa. Usualmente se habría quedado lejos, pero esta vez tenía mucha curiosidad así que se abrió camino entre la gente para encontrar un buen lugar .Se había ubicado  frente a la costa aunque un poco apretujada para su gusto, aún así se olvidó del gentío apenas comenzó  el espectáculo, eran cientos de embarcaciones de distintos estilos navegando, había algunos de remo y otros a vela, se escuchaba música que parecía aunarse a aquel silencioso navegar, había algo casi sagrado en aquel desfile de embarcaciones. Fijó la vista atentamente hasta descubrir las que había diseñado Kenai, no sólo flotaban sino que se movían con elegancia y ligereza, había creído que él las navegaría, pero no era así. También distinguió otras embarcaciones diseñadas por él, había visto los bocetos en su taller, eran con velas y recordaban el estilo de los barcos vikingos, ciertamente parecía que el amor por la navegación fluía en sus venas desde sus dos líneas de antepasados.
El espectáculo náutico atrajo la atención de todos los presentes, tanto que el tiempo pasó y recién fueron conscientes de la puesta de sol cuando las embarcaciones se iluminaron. El público exclamó sorprendido, y también Rachel que se dejó llevar por la belleza.
-¡Ohhh! – exclamó admirada.
-Se ve bien, ¿verdad? – preguntó alguien a su lado y aunque identificó la voz, se giró sobresaltada. Era Kenai, que estaba casi pegado a su lado. O ella había estado demasiado absorta o él era muy sigiloso, quizás ambas.
-Flotaron…- comentó ella tontamente
-Sí, e incluso navegaron muy bien – dijo Kenai sonriendo.
-Felicitaciones- le dijo ella torpemente. Debido a la gran cantidad de gente estaban demasiado cerca, y con el cuello levemente levantado para hablarle estaba siendo muy consciente de la altura de él, de sus anchos hombros que  bloqueaban a las demás personas e incluso como con su presencia junto a ella la estaba protegiendo de ser aplastada.
De pronto no sabía que decir,  y por lo visto tampoco Kenai, porque sólo la estaba observando en silencio. Rachel agradeció cuando empezó el show de fuegos artificiales y  el ruido y los estallidos de luces los hicieron romper el contacto visual y concentrarse en el cielo.
Cuando  el último fuego artificial se esfumó la gente empezó a movilizarse y de pronto Rachel se vio empujada contra el joven.
-Lo siento – dijo ella, pero él la puso delante suyo y la rodeó con sus brazos.
-¿Qué haces?
-Sacarte de aquí sin que te aplasten.
-Yo…
-Lo sé, eres una fuerte mujer de Alaska, puedes con todo …
-Sé cuidarme sola y no soy diminuta como para que me aplasten.
-Yo soy más alto – respondió él sin soltarla y avanzando entre la gente. Su voz tenía un leve deje de orgullo masculino, Rachel nunca sabría lo mucho que él había deseado ser tan alto como ella, o más, para algún día protegerla como lo estaba haciendo.
-¿Eso que tiene que ver?
-Puedo ver mejor el camino entre la gente, saldremos rápido de aquí.
-Pero…
- Sólo por esta vez, Rachel. Sólo confía un momento y déjate llevar – le indicó y aunque ella estaba a punto de seguir discutiendo, desistió. Era cierto que había demasiada gente desconcentrándose y ser guiada así era mucho más cómodo, no necesitaba estar alerta. Lograron salir hasta la parte central de la playa donde ya estaba despejado, Rachel se apartó rápidamente de Kenai y justo coincidió con  la llegada de Evan que los saludaba levantando las manos. Se acercó rápidamente a ellos.
- ¿Dónde te metiste? – le preguntó a Kenai- Te busqué por todos lados. Rachel, ¿también viniste? – agregó.
-Sí, vine – dijo ella mirando a los dos. ¿Por qué si estaba con Evan, había aparecido solo? Como si él adivinara el fluir de sus pensamientos, respondió a su hermano.
-Me fui para buscar un mejor lugar para ver el espectáculo.
-Pudiste avisarme – protestó Evan.
-Estabas bastante entretenido – contestó su amigo con un vago gesto, lo que le hizo pensar a Rachel que su hermano estaba acompañado por su novia de turno.
-¿Qué tal si vamos a tomar algo? – invitó el joven Thomasson.
- De acuerdo- aceptó Kenai.
-Yo vuelvo a  casa, pásenla bien – se despidió ella
-Rachel…- la llamó el joven, pero ella sólo se giró y saludó con la mano. Kenai supo que estando allí Evan no tenía más opción que dejarla marcharse, de estar solos podría haberla llevado a casa o buscar una forma para pasar más tiempos juntos, pero no era posible en aquella situación. Si su amigo interfería, sólo causaría problemas.
-¿Vamos? –insistió su amigo.
-Vamos – dijo Kenai pero al pasar por su lado le dio un leve golpe en la cabeza. Se había esforzado mucho para encontrar a Rachel entre el gentío, y su amigo lo había estropeado todo.
-¿Y eso?
-Lo mereces, créeme. – respondió y el otro sonrió sin comprender.
Rachel caminó despacio arrebujándose en su abrigo, aún había mucha gente circulando, se escuchaba el bullicio y la algarabía de las charlas, pasaban niños correteando y parejas abrazadas. Recordó la cercanía de Kenai momentos antes, y algo, muy parecido al anhelo, se le enroscó adentro.
Se dijo a sí misma que  estaba volviéndose loca, que hacía demasiado tiempo que no tenía una relación y que quizás fuera hora de buscar a alguien, un hombre que no fuera el amigo de su hermano, al que conocía desde niño.

Durante un par de días luego del espectáculo de las embarcaciones, Rachel había tenido un insistente dolor en el abdomen, lo había ignorado, pero ya al tercer día había acudido al médico.
Los primeros resultados no habían sido nada alentadores, parecía haber problemas con su útero, aún faltaban otros exámenes pero eso la hizo sentirse inquieta, hasta su cuerpo daba señales de los cambios. Extrañamente nunca había pensado en tener hijos, había estado demasiado ocupada estando a cargo de su propia familia, pero de pronto , ante la posibilidad de que algo estuviera mal se sentía angustiada. Le habría gustado tener niños, criar su propia familia, sentía que podría ser una buena madre, aunque era posible que ese día no llegara.
 Fue una semana en la que se mantuvo más ocupada  que de costumbre. Incluso aceptó preparar un pequeño tour turístico a pedido de uno de sus proveedores canadienses que quería llevar a su familia a recorrer Sitka. Ella siempre se había sentido atraída hacia el turismo, aunque sólo organizaba  tours ocasionalmente,  se entusiasmaba cuando  se trataba de mostrar los atractivos de su ciudad, y dado que  el insomnio la dejaba dormir muy poco, era una actividad bienvenida para alejarse de los pensamientos molestos. Y en sus horas libres, recorría lugares para incluir en el paseo. Salía de reservar las habitaciones en un pequeño hotel boutique junto a un lago cuando volvió a toparse con Kenai.
-Rachel – la saludó  llamando su atención.
-Hola, Kenai .
-¿Qué haces aquí? ¿Algún pedido?
-No, estoy preparando un tour. ¿Y tú?
- Me encargaron algunas embarcaciones para el lago.
-Ya veo. Nos vemos luego, debo ir a abrir la tienda.
- Te ves cansada, ¿todo está bien? – preguntó  y ella se extrañó de que notará lo que los demás no habían notado, ni Evan había dicho nada.
-Sí, todo bien. Sólo mucho trabajo – contestó, si había alguien con quien no quería compartir sus preocupaciones sobre su salud ni discutir el estado de su útero, era ese hombre. Se despidió de prisa y se marchó.
Kenai se quedó observándola, algo le sucedía y le hubiera encantado poder saber qué era y así ayudarla, pero Rachel no era de las que contaba livianamente sus preocupaciones. Y eso lo hacía mucho más preocupante, siempre trataba de resolver todo sola. Siguió pensando en ella incluso al día siguiente, cuando rechazó un encargo de Marcus Wellington, el primer novio de Rachel.
Habían pasado casi veinte años, Wellington estaba casado y hasta donde sabía no tenía contacto alguno con Rachel, pero él seguía odiándolo. No la había merecido nunca, y de sólo recordar que había tenido que presenciar que él la besara, le volvía a hacer hervir la sangre.
Era un sentimiento infantil, pero era un resabio de los tiempos en que Marcus había tenido edad para ser el novio de la mujer que él  sólo podía  adorar desde lejos pues era poco más que un niño.
Ahora todo era diferente, o quizás no tanto, porque aún debía probarle a Rachel que era un hombre hecho y derecho, uno que la podía hacer feliz.

Rachel seguía dedicada  plenamente a su trabajo, cuando llegaron los resultados médicos se sintió levemente más aliviada. No era algo grave, pero tampoco era muy alentador, no sólo ella estaba sufriendo el peso de los años, sino que también su sistema reproductivo. El médico le había mencionado que más allá de algunos desordenes hormonales que la estaban afectando, también le sería difícil quedar embarazada. Quizás antes esa noticia no le hubiese importado mucho, pero ahora le impactaba, le dolía, era como si la vida le dijese que siguiera renunciando.
Era una mujer fuerte, siempre lo había sido y odiaba estar sumergiéndose en pensamientos tan negativos, pero por primera vez en muchos años, se había sentido obligada a detenerse y analizar su vida. Y si no quería arrepentirse, probablemente necesitaba hacer algunos cambios, aunque no sabía por dónde comenzar.
Decidió que un buen inicio sería tomar un descanso e ir a la cafetería de Anke , sentarse un rato tranquila y comer algo delicioso. Anke era una mujer alemana que había llegado  a Sitka siendo niña, se había quedado allí y había instalado una preciosa cafetería llena de delicias y con  toda la calidez de su propietaria.
Cuando tenía tiempo le gustaba pasar por allí, sentarse tranquila a saborear algo y charlar un rato con la alemana si no había mucha gente alrededor, la conocía desde niña y siempre se sentía contenida y un poco más animada tras una buena charla con ella.
Sin embargo sus planes se vieron interrumpidos porque apenas entró y se acomodó en una mesa junto a la ventana, su atención fue captada por alguien más. Allí estaba Kenai con un niño pequeño, Rachel demoró unos segundos en recordar que era el sobrino, el hijo de su hermana menor. Estaba ayudando al niño con su comida, se lo veía concentrado y atento a las necesidades del pequeño. Y mientras lo observaba, él se giró a verla.
Sin saber por qué se puso nerviosa, Kenai sonrió, le dijo algo a su sobrino y se puso de pie. Rachel tuvo ganas de irse, pero el hombre llegó pronto hasta su lado para saludarla.
-Hola, Rachel.
-Hola, es tu sobrino , ¿verdad? – preguntó ella a pesar de lo obvio.
-Sí, hoy nos tocó pasar el día juntos. Me hubiera gustado invitarte a unirte a nosotros, pero  Anori se pone un poco inquieto.
- Es lógico, soy una extraña para él.
-En realidad tiene que ver con que mi hermana acaba de divorciarse y aún es difícil para él.
-Ohh, no lo sabía- dijo ella.
- No te preocupes, bueno, nos vemos luego, me voy antes que vuelque el chocolate encima o algo por el estilo – comentó y volvió con el niño.
Había bastantes clientes así que Rachel sólo intercambió breves palabras con Anke cuando le sirvió una humeante taza de chocolate caliente con una generosa porción de pastel con crema.
Y luego mientras comía, Rach se descubrió a sí misma prestando excesiva atención a Kenai y su sobrino.  Se los veía muy bien juntos, se notaba el cariño y aquella forma de cuidar al niño le mostraba una nueva faceta de él. Además se lo veía maduro y responsable, era bastante diferente de su hermano Evan, aunque en realidad siempre lo había sido, desde joven había sido bastante serio.
También descubrió que  parecía llevarse muy bien con los niños, y eso extrañamente la hizo angustiar.  Seguramente él sería un gran padre, y ella acababa de descubrir que difícilmente podría tener hijos. De pronto la comida le supo amarga y se le hizo difícil tragar el bocado que masticaba.
Ni siquiera sabía por qué había hecho aquella relación entre los dos hechos, ni por qué la había entristecido.
Finalmente, sin terminar de comer, pagó y se marchó.


2 comentarios:

  1. Hola. Hace tiempo no hablo por acá. Pero visito seguido el Blog. Me encanta esta historia. Los personajes más ese clima frío que me encanta. Espero que todas estén bien. Saludos.

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    1. Muchas gracias Yocelyn! Me alegra que te esté gustando y que sigas aquí acompañándonos. Nosotras bien solo que con poco tiempo y cosas varias que nos han pasado y nos pasan...besos miles!

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